Desfile de las Naciones Undidas
La Fundación Wanna Winni desarrolló como propuesta de participación para el evento “Running into the political equator” o “Encuentro con el ecuador político” un desfile donde se reunieron distintos personajes, en su totalidad enmascarados, divididos como contingentes, emulando a los desfiles del Día del Trabajo o del 20 de Noviembre.
Naciones Undidas. La premisa partía de un juego de palabras, un concepto no tan complejo de manera política y una pieza más bien abigarrada en sus formas y elementos estéticos. El objetivo principal era inaugurar la muestra con una entrada que resultara impresionante, pero no en el sentido de espectacularidad del arte que se elabora con altos presupuestos, si no aquello que por la manera en cómo está estructurado y presentado, denota una suerte de aciertos que en conjunto son provocadores y pueden (o no) causar un alboroto. La teatralidad del desfile era un basamento primordial. Los personajes variaban desde motociclistas del club de Renegados de Mexicali, performers, bailarinas y gente que se fue integrando con trapos o telas amarillas y rojas, capas de colores y máscaras de cartón; personas en bicicletas, un par de jaraneros, una virgen María, una cebra y tamborileros, todos ellos liderados por la figura central del desfile, Texas Queen, personaje enfundado en una burka de colores alusivos a la bandera estadounidense. Ingredientes dispares que componían un despliegue que podría antojarse a capirotada multicolor sin sentido, pero que en el fondo respondían a la básica idea de transformarlos en una suerte de guerreros que invitaran al publico a entrar al evento animados, motivados, quizá sin razón aparente, pero hacerlo al final de cuentas. Capturar la atención, dirigir el enfoque hacia ese lado del barrio donde se realizaba el encuentro y al mismo tiempo incidir, a partir de lo inesperado y absurdo de la pieza, en la percepción colectiva, ya sea de los habitantes de la zona, de los espectadores del Ecuador Político o de los que simplemente pasaban por las calles.
Lo que podía apreciarse como un pastiche carnavalesco, al mismo tiempo se presentaba frente a una pieza “We Insist” elaborada por otro grupo participante, y la cual estaba compuesta de espejos seccionados que se colocaron sobre una porción del cerco fronterizo. Es decir, para aquellos que no solo se dejaban llevar por la invitación de bailar al ritmo de la Texas Queen, ese personaje quien dirigía la segunda mitad del acto y quien invitaba a cruzar (en todos los sentidos) hacia “el otro lado”, existía también la posibilidad de perderse en una variedad de elementos que, a la usanza de los circos modernos, arrojaba constantemente imágenes e iconos quizá desafiantes en algún momento ó simplemente burlescos en otro. Y en cierta forma, no solo las situaciones se observaban en un primer plano de realidad, si no en un siguiente terreno, el del reflejo fragmentado, que fungía como escenario, pero también como un catalizador visual: una presentación múltiple de la situación enmarcada en ese espacio-tiempo. El fuego, la gente bailando, la tierra, las luces de los motociclistas se podían repetir no nada más una, si no varias veces frente a los ojos de la gran mayoría que podían contemplar aquello y contemplarse a sí mismos como parte de la acción y de todo el contexto. De alguna manera esa es una de las varias lecturas posibles, tal vez una que no era tan evidente.
El hecho de invitar a la gente a moverse al ritmo de una canción cuyas letras conformaban una especie de mantra con el nombre del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a pesar del dejo simplista de provocación, tiene como objetivo obtener más puntos a favor que en contra. Se mencionó que la gente debió sentirse más bien sorprendida por la denuncia de vivir a la sombra de un muro en vez de verse inmiscuida en un bailongo de feria regional. Si se desea, podría hacerse la analogía con el ejemplo en el que, muchas veces, representantes de partidos políticos convocan a sus militantes y seguidores a un mitin de campaña donde la música alegre, el baile y la fiesta se mezclan con el speech del candidato en cuestión y entonces podríamos anotarlo como un elemento motivacional pero, buscándole tres pies al gato podríamos reconocerlo como una discrepancia grave, ya que quizá sea imposible entender por qué la gente baila, enciende sus ánimos y disfruta del momento si es inevitable reconocer en estos tiempos lo complejo y abrumador de la situación política, económica y social de un país como México.
Entonces, en ese desencuentro, en esa contradicción donde van yuxtapuestos el elemento de festividad y la teatralidad del acto político junto a los posibles temores y disgustos de una sociedad que es espectadora, se intenta persuadir a que el otro se interese en el mensaje y se una a la causa, cualquiera que esta sea. Minutos después y bajo el polvo del terreno elevándose sobre las cabezas de todos los asistentes, más de 10 motociclistas arrancaron, abriéndose camino entre la multitud y avanzaron hacia el otro extremo, entre los aplausos, carcajadas, gritos y brazos alzados que se dejaron llevar ante esta pieza de apertura.
El interés de Fundación Wanna Winni era, en resumen, alterar el orden a partir de aquello que se manifiesta como irrisorio, también como distanciado pero reconocible. El caos estructurado del acto performático desde una perspectiva donde era permisible la parodia y la sátira, donde se exaltaba que todo aquello marginado y “(h)undido” también se podía “unir” y levantar su voz, por lo menos, para demostrar que en los límites de una ciudad como la nuestra, podemos despertarnos un segundo y salir a las superficies de nuestras calles con una razón más para divertirnos, dejar la apatía de lado y sentir emoción y asombro.
-Julio Torres, junio de 2009.